jueves, 26 de agosto de 2010

Cuento - El banquito

Cuentan que por estas tierras, y otras también, hace mucho, pero mucho tiempo, existía un ogro, feo, peludo, paranoico y, demasiado ignorante que siempre llevaba un banquito. Todos se preguntaban para qué, se hacían apuestas, los niños y niñas le espiaban, los ancianos murmuraban hasta que llegaba el momento de la sopresiva respuesta.
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El ogro sabía dos cosas : para seguir siendo ogro, uno tenía que levantar alguna sospecha, el banquito le venía muy bien para ese fin, y la otra, que a pesar de ser grandote y malo la gente ya sabía que no sabía nada. Como era paranoico entonces ...Cómo se iba dar importancia? Pues ahí estaba la respuesta: subiéndose al banquito.
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Os imagináis un ogro más alto, amenazante y tambaleante dando miedo con trato desdénico a sus interlocutores para taponear su ignorancia en cualquier conversa?
Tragicómico!
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Fue así durante, años, y muchos años que el ogro iba con su banquito por todas partes subiéndose ante cualquiera que, obviamente sabía más y quedaba encongido, no tan sólo por miedo, sino por la inteligencia que da la prudencia también ante un ogro tambaleante sobre uno,no? Y si se cae?
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Hasta que un día, una chica cansada de encontrárselo por todas partes, en la biblioteca, las aulas de la facultad, las reuniones de amigos y desconocidos, museos, actividades divertidas siempre subido al banquito mirando un poco por arriba del hombro y diciendo una y otra tontería mayor que, pues, se hartó.
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Le sacó el banquito de una patada y se sentó encima. El ogro se hizo pis, pero resistió furioso mientras le subía la temperatura. La chica, al rato, más harta, en un plis-plas cogió el banquito y lo tiró por la ventana.
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El ogro bajó las escaleras a los piques pero, con tan mala suerte, que el banquito había caido sobre el techo d eun autobús, algo que el ogro divisó a lo lejos y por lo que empezó a seguirlo sudoroso y fofo por la carretera a saltos torpes y los brazos extendidos... pero al girar la esquina de una montaña el banquito s ecayó por un barranco y entonces el ogro se tiró sobre él y se aplastaron ambos contra el suelo.
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Desde entonces su fantasma pulula por distintos ámbitos y dicen que cuando ve algún mediocre, un tipo o tipa autoritaria, algún/a infeliz, un enchufado/a, un paranoico narcisista que se cree dios aparece un banquito entre sus pies que los eleva frente interlocutor, siempre inteligente, para que, por lo menos, pasen el mal trago del que suelen padecer ante gente que no es como ellos.
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Porque, pobres, no pueden por su inercia otra cosa, por lo menos eso, un banquito donde sostenerse les viene del más allá.
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CM

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