sábado, 3 de marzo de 2007

Cuentos de comida

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Notas desordenadas de un etnohistoriador metro: Palau Reial

Finalmente, la tierra había quedado con un mapa tan simple como reducido a los restos del Norte y del Sur. Algunos miles de mujeres y hombres vivían distribuidos en aldeas sin casi dificultad de comunicación entre ellas.
Eran los comienzos del siglo XXII, en el que a pesar de las grandes transformaciones humanas, el deseo de conocerse como especie, saber quien se era se había conservado a través del tiempo. Probablemente mucho más en profundidad, en contraste con otras épocas porque eran limitadísimas y poquísimas las cosas que habían sobrevivido a los cataclismos nucleares. Se necesitaba clasificar el entorno, entenderlo...y sobre todo lo que había pasado.
La Historia, la Arqueología y la Antropología eran las ciencias más consultadas y requeridas a diario por las instituciones oficiales. Fue así que durante treinta años se estudió intensamente cualquier vestigio del pasado social y cultural para hallar continuidades y de ese modo estructurar la futura formación académica de las nuevas generaciones.
Era la época de la paz buscada y acordada, tras las consabidas cadenas de explosiones anuales nucleares a partir de los años 2075.

Este es el texto de un informe que trata sobre lo observado por los controladores
Pertenece a las notas personales de un etnohistoriador que trabaja en un equipo para el Centro de Tierra Norte de Investigaciones Etnoarqueohistóricas de la Aldea Global.
En el equipo desde un tiempo una de sus colegas lo sigue con la mirada, entre intrigada y atenta ante lo que exhibe el etnohistoriador : alteración de los gestos, se viste distinto y se ríe con más facilidad que de costumbre.
Por su inquietud, ella sospecha que él ha descubierto algo singular. Con frecuencia lo observa en los momentos que se queda pensativo con el lápiz en la boca sonriente y la carpeta abierta sobre el escritorio mirándola con los ojos como platos. Luego mira el techo largo rato y vuelve a las notas de la dichosa carpeta. Después de repetir varias veces lo mismo se levanta y se prepara un té.
La colega no resistió la curiosidad y consultó las notas de las carpetas. A las 16 hs aprovechó el instante en el que él se alejaba para prepararse ese té amarillo que se había traído de uno de sus viajes a Tierra Sur ( a donde últimamente va con bastante frecuencia). Además tuvo la suerte de que el agua de la máquina hervidora se hubiera acabado con lo cual tuvo que ir al depósito de agua de la planta de modo que se sintió hasta relajada al ver que el etnohistoriador tardaría más en regresar a su escritorio.
Ahora ella lo sabe y lo entiende. Está inquieta Ya no duerme, sueña mucho y le encanta. Él tampoco sabe que ella lo sabe lo que él sabe pero desde entonces se miran diferentes.
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Base de datos. 5272.
Centro de Tierra Norte de Investigaciones Etnoarqueohistóricas de la Aldea Global
Archivo 34.45 Datos ingreso: Tierra Norte 20.01.2104

Texto fotografiado de la Carpeta 32- siglado BCNx-29-31-002

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Habría una vez más...
Si comiéramos unos tomates con aceite y sal, con yescas de ajo y unos trocitos de ese queso de tu pueblo, que tanto nos hizo hablar esa vez...¡qué calor hacía ese día!
Si tus quejas pudieras renovarlas, si no te abrumaran ...y esa rendija de tu mirada que a veces abres, se abriera de par en par, estaríamos más frescos, no sé si felices, pero contentos aquí...
Si todos hubiéramos atendido el recorrido de las tiritas brillosas que se deshacen al paso de las estrellas fugaces...y entre abrazos estuviéramos allí...sudando mi frente contra tu pecho...y escucháramos el mar...es que..habría muchas veces más....
Ya no importa. Recuerdo todo eso aquí abajo contigo, sin queso, ni tomates, ni ajos, sin mar ni estrellas para mirar, sólo está el brillo de nuestro sudor compartido....
Te quiero
Caiquilia
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La mujer que encontró la nota en la carpeta también alcanzó a leer las siguientes notas que nuestra cámara pudo captar. Notas que por otra parte acabaron siendo muy difíciles de leer a simple vista puesto que la letra manuscrita de los científicos sociales usualmente es indescifrable.


Nota 1

Texto hallado en una bolsa de plástico junto a un frasco romboidal de vidrio con un letrero que dice Dune que contiene perfume y un hilo que enhebra semillas rojas con pintas negras dentro de un bolsillo del anorak naranja de una mujer.- semillas creo que pertenecen a lo que había sido la Amazonía-

Nota 2
Lugar: ExMediterráneo/Pirámide Metálica X29/31- Refugio Antinuclear. Soportó la Explosión nº 14 del año 2090

Nota 3
Entre los 20 cuerpos hallados, todos con anaoraks naranjas y zapatillas azules-----

Nota 4
Los excavadores expertos anotan: en todos los anoraks hay poemas, cuentos breves, frases imaginativas, adivinanzas, listas de palabras con la misma cantidad de sílabas, listas con la misma palabra en distintos idiomas,gular dibujos no identificados con líneas y semicírculos (parcen boas) con una palabra aún no identificada:QËNES(los expertos suponen que era una clave antiquísima para producir plantas) también aparecen objetos pequeños lejanos de la zona de producción de las pirámides....

Nota5
Se supone que este grupo eran pensadores porque en otras pirámides que sí sabemos que lo eran se encuentran casi las mismas frases con las mismas obsesiones, clasificaciones, ordenación de ideas, valores éticos, enigmas, contradicciones o parecidas en lenguas distintas.

En ésta aparece algo singular para la época, descifrado recientemente, que en pocas pirámides de constata: esa mujer con un hombre se amaban con el cuerpo.

Informe 12. 345.678 de la Cámara 2345678/25/01/2104/17hs.
Controladores 134
PROTECCIÓN OFICIAL
LEÁSE Y ARCHÍVESE

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Cecilia Montero sept. 2005
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La Mercé y sus objetos

Por el 2002 al venir a vivir a Gràcia recuerdo bien haberle dicho a la compañera de piso que pusiera algún tipo de separación entre la puerta de su habitación y el pasillo. Mi aguda demanda de intimidad siempre le costaba entenderla pero acababa cediendo al encontrarle el beneficio que para ambas significaba en el plano diario de la convivencia.

Ese mismo día al volver de la calle, suspendido, de no sabía que, había un tejido azul con cuadrados de rayas amarillas, rojas y blancas, dispuestas a veces horizontales y otras verticales. Estaba sobre la puerta ausente de su habitación a modo de cortina.

Entonces contenta le pregunté : - Y eso?
Me respondió casi indiferente : -Es lindo, no? me lo trajo mi padre de África.
Añadí luego : - Y qué hay detrás del tejido?...
- La estantería... así que todo está bien separado. Subrayó con cara de disgusto mirándo para otro lado como respuesta.

Para mis adentros, feliz, celebré la materialización de la demanda que le había hecho y continué el camino del pasillo hacia la cocina con las bolsas de la compra que cargaba. Cuestión que sobre ese tejido, sin animarme a preguntar nada y nunca más durante los dos años que pobló las entradas y salidas de casa . Inevitablemente concluyó así el diálogo sobre los espacios que sí o no compartiríamos pues ya habían quedado suficientemente delimitados. Los futuros desajustes sobre el uso del espacio común de ese modo quedaban factibles de fáciles negociaciones a partir de ese primer episodio inaugural del piso.
Cuando ella se marchó definitivamente, en mi interior acariciaba el deseo secreto que lo dejara como tantas otras cosas pero se lo llevó . Por lo que con él también se fue la información de su procedencia que no me había animado a desvelar porque eso hubiera abierto, no sé como, la herida de la separación que paradójicamente garantizó la intimidad de ambas durante esos dos años de compartir el piso. Sin embargo hoy lo he podido conocer.
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La Fiesta de la Mercé 2005: ir por los tenderetes y recoger folletos ...todo sea para la investigación sobre migración. No tenía muchas ganas de salir de casa, a pesar de que me gustan las fiestas populares sólo voy un rato. Así que sin atender ningún programa de actuaciones o plano de tenderetes sólo fui a la Pl. Catalunya a eso de las 12hs. nada más que a pasear por entre lo que se ofrecía.
Salí del metro por el bar Zurich de donde se veían en fila recta varias hileras de tenderetes blancos techados estilo carpitas de plástico del desierto y hacia la derecha otras tantas que llagaban hasta el Corte Inglés. Un perfecto ángulo recto que por dentro y por fuera tenía filas de gente. Se disponían una detrás de otra, mirando mesas cubiertas de folletos con infinidades de colores y formas que estaban desplegados, colgados, grapados, achinchetados, o como sea (también pisados) sobre ellas, o en techos y paredes.
A medida que uno se aproximaba a las mesas se notaban y distinguían los caramelos, tés, vasitos, libros, mapas, pins, camisetas, latas, bocadillos, patatas fritas, cafés, llaveros, postales, pegatinas, recetas de cocina, artesanías, fotos, puntos de libro, colgantes, anillos, bocadillos, telas de colores, banderines, etc. etc. expuestos por donde sea y como sea. Todos ellos hacían de marco de un escenario de la plaza y de otras carpas más grandes con actores profesionales que animaban con distintos cuentos e historietas a los asistentes a jugar con músicas que se interferían por la estridencia entre ellas.
Al iniciar el recorrido del primer grupo de estas carpas me entristecí. Todas, sin excepción de ninguna, eran casetas de asociaciones de enfermedades terribles. Recorría cada una con la vana esperanza de que la siguiente fuera de otra cosa, y nada. Qué frustración!
Cuando terminó el bloque me desangustié como pude con la caseta de los refugiados internacionales, no porque fuera menos terrible sino porque estoy más habituada por haber vivido al lado de Ginebra muchos años con el mundillo de las imágenes de la ONU y su plástica social que finalmente aprendí a soportarla de otra forma. Así y todo, más cauterizada de sus efectos visuales estaba harta de todo eso, y seguí buscando algo que me aportara algo , parecido a una fiesta...y llegué.
Casi al final del bloque una caseta modesta con un hombre de pie en la entrada, una mujer y una joven negros estaban allí mientras yo miraba unos recetarios fotocopiados dispuestos sobre la mesa de los que me decían que no tenían para darme. Allí empezó a nacer un quiebre del desencanto anterior. Era una caseta de inmigrantes ghaneses.
Al levantar la vista del recetario y dar una ojeada a vuelo de pájaro por la caseta pude identificar en el fondo que había algunas fotos con Ashantis y un tejido igualito que el que había estado en casa, pero con tonos más amarillos que destacaban sobre los azules.
Le pedí al hombre permiso para acercarme, verlo mejor y tocarlo. Me dijo que sí pero no lo vendía porque era muy caro, costaba casi unos tres mil euros por todo el trabajo que tenía. Era bellísimo, me hubiera sentado en el suelo de la caseta largo tiempo sólo para mirarlo y pensar. Tres mil euros era muy poco para algo así.
Les llamaba la atención mi pronunciado interés por el tejido y me preguntaron si había estado en Ghana a lo que respondí que no que soy antropóloga que realizo una investigación sobre la migración y la alimentación y que todo ello me impulsa a ser más curiosa de lo que siempre he sido pero de forma profesional. Entonces empezaron a contarme sobre sus comidas y a hacer chistes sobre si estaba casada o no al mismo tiempo y volver a afirmar que sí había ido a Ghana.
Luego en un instante la mujer, que hace 20 años vive en Catalunya, mirándome con una sonrisa didáctica ( no de vendedora) comenzó a trasmitirme (más que contarme) los relatos sobre las siluetas en madera que estaban apoyadas en el suelo al pie del tejido (unas seis o siete creo recordar) Sabían que no compraría nada desde el inicio de la conversación pero por las dudas, nunca se sabe, inició su relato explicativo y casi etnográfico.
No les había dado mayor importancia a las siluetas, sin embargo, cuando pronunció los nombres de cada una de las figuras que estaban dispuestas en el suelo contra la pared y lo hizo en Acán – una lengua ágrafa de Ghana – le pedí que los repitiera más lentamente. Yo traté de copiarla pronunciado lo mismo mientras la gente pasaba en fila detrás mío a la vez el hombre se reía y burlaba de mí cuando ella me seguía contando las historias de cada una. Total que al final saqué un boli entregándoselo al tratar de escribir lo que decían en lengua Acán:

“Wufru dia pa na ye pieña wutu” *

Pronunció y acabó por escribir ella con dudas de cómo hacerlo pues tomaba prestado un alfabeto poco usual para esa lengua y que yo lo hacía peor, entonces me dijo :

“La gente te ayuda a subir al árbol cuando éste es bueno”

Así escribió esa frase en Acan la mujer sobre el folleto que yo había terminado por poner torcido entre ella y yo sobre la mesa para sacar de cada palabra flechitas para la traducción literal. Por lo que seguían riéndose mientras lo hacía pues wutu significa culo el cual aparece bien destacado en uno de los personajes que está subiendo al árbol de la silueta de madera esculpida tal y como el proverbio lo describe a alguien empujado hacia arriba por el culo.
Al mismo tiempo el ghanés me contaba que los tienen en casa y que muchas cosas se explican por proverbios a los niños y a los adultos también. Me confirmó que esas figuras eran para turistas. Las describía señalando otras tres que mostraban a una mujer comiendo, otra con dos cabezas y una grande encima y finalmente una maternidad.
Para la primera tanto la ghanesa y su compatriota indicaron, alternada y turnándose, que para comer era necesario sufrir, que algo pertenece cuando se sufre, “cuando luchas” decía ella con certeza y sonriente siempre hablando en femenino. Luego agregó extendiendo el índice y toda la palma de la mano que “una cabeza sola que piensa” nunca era bueno, cuantas “más cabezas mejores los pensamientos” asentía y sobre la silueta de la maternidad que las madres sabían sobre sus hijos.
Para afirmaciones tan solemnes podría haberse esperado un clima de seriedad o algún gesto de trascendencia que los rodeara, sin embargo fue todo lo contrario, se desarrollaron tales charlas en medio de risotadas, chistes, descréditos, seducción, apodos, ironías sobre quien era cada uno allí en el parentesco entre todo ello y acentuado.
Acabamos hablando en inglés mucho más cómodamente por lo que insistían aún más que yo había estado en Ghana. Me encargué de decirles claramente que no, que hablaba más o menos inglés porque mi segundo ex -marido era inglés...Para qué!
El hombre me dijo que él era “soltero con una mujer y tres hijos “ en medio de carcajada limpia con más relatos sobre las siluetas que ya no recuerdo. Frente a lo cual la mujer cómplice conmigo celebraba que me hubiera casado dos veces en pleno chiste de su supuesta “soltería”. De ese modo le advertía que yo sabía muy bien lo que hacía en la vida así que no caería en sus redes seductoras.
Ahí mismo le pregunté al ghanés:- ¿Haces yuca frita? Y la ghanesa respondió a los gritos sin dejarle abrir la boca y en tono sobrador : - El come lo que le hace su mujer que es catalana!
Y él dijo que era así pero que la comida de Ghana la cocinaba él “yuca, ñame, plátano...” y un montón de nombres que perdí de registrar porque la ghanesa interrumpió diciendo algo para tomarle el pelo por lo que le dije: y tú? Pues yo como de todo el mundo. Estoy casada con un ghanes... ella es mi sobrina no es mi hija...pero comemos también de Ghana. Me respondió abriendo los brazos en el aire para gesticular la amplitud de sus comidas diarias y del mundo al tiempo que lo decía mientras el hombre la coreaba enumerando una lista infinita de nombres irreproducibles de ingredientes que entre el solapamiento de la conversa se hacían más difíciles de distinguir todavía.
La conversa se interrumpió con la presencia de una catalana que traía una bandeja con tres vasos de té de menta para convidarles. Así que aproveché ese instante de pausa para irme muy “educadamente” y dejarles tomar el té en su intimidad de la caseta.
Seguí a la catalana con la bandeja vacía hasta la caseta que era de los marroquíes donde también me convidaron con té y empezamos a charlar sobre mi trabajo del cual me contaron que conocían gente que hacía algo parecido. El tono de voz y las muecas sutilmente lanzadas mostraron que estaban cansados de antropólogos/as pero me dieron muchos vasitos de té encantados.
Una vez terminado el té seguí buscando algo diferente de enfermedades, inmigración, refugiados y encontré a los gays y las lesbianas como la asociación de sus padres. Esto último me resultó una cosa curiosa. Todos y todas estaban charlando con seriedad o gestos “de pluma” exagerados. A veces salía una chica de un armario como acto de liberación publica ante los gritos que los que nos acercábamos a la caseta animados por uno de ellos debíamos lanzar al armario cerrado: Sal! Abre el armario!
Sentí que algo ahí no funcionaba o que estaban mostrando alguna cosa en las secuencias del sketch para analizar en profundidad y no a la ligera. Aún más esta semana en que por este tema al PP le salieron una de las grietas internas más trascendentes de su historia política pública. Sólo constaté como la sexualidad de una sociedad tiene intersticios insospechados a simple vista.
En ese momento no podía seguir analizando debía continuar el derrotero de la investigación de los alimentos y la inmigración de esta metrópoli en esa celebración patronal, a pesar de eso llegué a pensar de cómo los discursos políticos e identitarios últimamente se estaban trasladando cada vez más, ya no gota a gota, tanto en la comida como en la sexualidad de la población autóctona como migrante a gran velocidad.
Luego me acerqué por las casetas de los “sudacas compatriotas” donde exponían los impresos con la flamante dirección en la que se habían agrupado en un colectivo de 60 asociaciones latinoamericanas sólo en Catalunya. Encontré al fin la publicidad de Gladis Palmera 96. 6 Radio Latina el domingo todo el día y seguí el trayecto de casetas que eran más un popurrí de folklores y tenderetes de ferias internacionales que otra cosa.
Cerré el periplo con una caseta de libros que vendía ejemplares viejos de Icaria. Allí divisé en un rincón un interesante recetario de comida africana hecho por inmigrantes de Barcelona hace 7 años. Con él volví a la caseta de Ghana, se lo mostré a la mujer que lo miró muy rápido y por encima diciendo que allí estaba “todo mezclado” pero me preguntó sí había más porque quería “saber dónde lo había comprado”.
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Miré el reloj como reflejo de la señal del estómago. Compré una porción de pizza riquísima que me tragué en pocos bocados. Tenía el bolso con folletos, el recetario me estiraba los dedos para abrirlo, todo aumentaba las ganas de irme al compás de un cierto hastío nacido de una fiesta que no era fiesta. Cogí el metro y a casa a comer una ensalada de espinacas, leer y escribir esta historia tejida de mi diario de campo satisfecha y agradecida con lo que me habían enseñado los ghaneses.
Ni bien había puesto un pie en el piso llamé a la amiga catalana arqueóloga recién llegada de Perú, pues conociéndonos y en confianza como en actitud de salvataje, después del primer tour por la plaza tenía que trasladarle la cita de las 18hs. de la salida del metro de Catalunya, Línea Roja para pasarlo a Fontana. De ese modo caminar por la calle Providencia al encuentro de una terraza que nos invitara a sentarnos para charlar lo que había vivido por allí con otro escenario, aunque menos “festivo” más entretenido.
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* wufru: subir - dia: árbol - pa: bueno - na: cuando - ye: gente -pieña: empujar - wutu: culo-


Cecilia Montero BCN octubre 2005
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